lunes, 17 de agosto de 2009

EL TONTO DEL CARRITO

CAPÍTULO EXTRAIDO DE "TONTOS DE CAPIROTE"

Por Francisco Robles


Padre de familia que se pone un traje oscuro con calcetines blancos y zapatos nuevos el Domingo de Ramos. Individuo altamente peligroso, con tendencia a no dejar pasar ni una y a solucionar los problemas (paro, terrorimo, crisis, sequia, falta de bravura en el toro de lidia) en veinticuatro horas. Repeinado y con una gordi vestida de color crema, se dirige al corazón de la ciudad a las seis de la tarde.
Después de dar siete vueltas y emplear tres cuartos de hora en aparcar el coche cuarenta metros más cerca de donde había aparcamiento a punta pala, el tonto del carrito empuña el jané del 45, prepara la munición mientras discute con la Yasmi (Yasmina Paola, para ser exactos) y monta al pequeño
Sorayo (la madre creía que iba a ser niña , y tenía elegido el nombre, ya se sabe....) en el armatostre plegable.
Dos horas de calor y de corbata, de rozaduras por lo que le vendieron como cuero en el mercadillo, de bullas para ver capirotes en la lejanía y oir ecos de tambores mezclados con los llantos de Sory y los capricos de la Yasmi. Calle Placentines, Cuesta del Bacalao, esquina fatídica, el tonto del carrito quiere abrirse paso, tritura tobillos, mancha tibias con el estilo de un defensa central de la Preferente, impone su ley mientras la gordi le echa la bronca porque esta poniendo en peligro la integridad física del bebé.


A partír de ahí, se lo pueden imaginar, alguien se vuelve le dice que tenga cuidado, que le ha dejado marcada una rueda en el metatarso izquierdo, que donde va con la criaturita.....Y entonces el tonto del carrito se dispara, se envalentona como un gallo de pelea, su cara se tiñe de rojo y de su lengua sale medio diccionario de Cela. La bronca alcaza su punto máximo cuando intervienen las señoras respectivas, que tienen la rara habilidad de poner como los trapos al marido propio y al contrincante, además de insultarse entre sí.
Un turista canadiene que espera el paso de la cabalgata no se explica nada, dos japoneses que podrían estar ahora en Copenhague (no había vuelo, cambiaron la Sirenita por esto) hacen fotos y creen que la reyerta oral forma parte del espectáculo, tres chavales subidos en un contendor de basura jalean a los contendientes, piden sangre.

Al final no pasa nada, ni pasa nadie, porque es sencillamente imposible. "En cuanto pase la cofradía me voy pal piso por la gloria de mi madre". Y fuese, y no hubo nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario