lunes, 20 de abril de 2009

LA MEDIA DE PEPE LUIS Y CASA ROBLES


La verdad es que el equipo de Manuel Molés fomenta la comodidad y el confort. Ir a los toros a Sevilla siempre es una delicia pero no se queda atrás verlos a través de la pequeña pantalla gracias a la calidad de los profesionales que llevan a cabo la tarea de difundir las imágenes. De todas formas espero repetir la visita al menos una vez a la capital hispalense con mi amigo José María como hicimos el año pasado en compañía de su padre Primitivo Cosgaya aficionado de los que quedan pocos. Fuimos a ver a Morante el jueves de preferia pero fuera de la plaza ocurrieron cosas muy interesantes. Venía también un buen amigo de los Cosgalla que derrochaba buen saber taurino. Primitivo es licenciado de Romero, Pepe Luis y Antonio Ordóñez o sea catador del toreo bueno como el que hace Morante que le ha renovado las ilusiones por ir a los toros. Además su trabajo al frente del desaparecido Bar El Colmao de Jerez, bar taurino y jerezano por excelencia, le permitió conocer a muchos toreros que se hospedaban en las pensiones de la calle y también algún que otro disgusto cuando era un chavalín y se escapó del curro para ver la reaparición de Pepe Luis en Jerez. Tras llegar a Sevilla llegamos a un atestado bar del Paseo Colón donde la tertulia se iba hacer un tanto desapacible. Caminamos un rato y Primitivo conocedor de la hostelería que ha sido su profesión toda la vida nos llevó a punta de capote a Casa Robles. Aquello era ya otra cosa. La calle enmoquetada, la Giralda de testigo y mesa para cuatro. Y fue entonces cuando volvió Primitivo a recordar la media de Pepe Luis en Jerez. Cómo sería aquello que crujieron los cimientos de la plaza, se paró el tiempo y algunos afirman que todavía la está dando. La reaparición despertó tal expectación que no cabía un alfiler. El bueno de Primitivo sintió que había visto algo grande, irrepetible pero que al volver al trabajo le iban a leer la cartilla pero ya daba igual. Había visto a Pepe Luis torear de capote y lo demás sería algo secundario.
El almuerzo resultó de lo más agradable con una cubana que hacía puros y que nos aclaró lo subjetivo que puede resultar a veces las cuestiones de tamaño. La cubana era de Cuba Cuba no una derivada y gracia tenía por los cuatro costados. José María recordó varias anécdotas rancias de El Gallo, Belmonte y del bar de la calle Sierpes donde los catedráticos arreglaban el mundo con sabias sentencias. Total que entre una cosa y otra llegó la hora de irse para la plaza. El señor dueño de Casa Robles con traje café con leche perfectamente rematado con cabos de quien peina canas y conoce el paño saluda al compañero Primitivo dejando sobre las mesas cuatro pestiños. Eso sí, cuatro pestiños cuatro. De arte.

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