
Si usted es de esos que entra en crisis emocional cuando el palio de la Piedad encara la C/ Taxdirt (c/la Sangre de Jerez) es altamente recomendable leer Tontos de Capirote. Un pieza indispensable para superar la resaca de la semana mayor, escrita por un cachondo mental, llamado Paco Robles. El prólogo de Carlos Herrera ya nos pone en alerta del buen rato que vamos a pasar, “riéndonos de nosotros mismos”, con una visión irónica de personaje, como Domingo Ramos, auténtico jartible que no para de ver videos cofrades durante todo el año. Paco Robles, no se engañen, no dispara con malicia sino al contrario todo es cariño. Algunos incluso pueden ofenderse aunque hay que ser muy “tonto” para no tomarse con humor esta caricatura del “cofrade” en sus diferentes manifestaciones. El cofrade se manifiesta es varias vertientes como el “tonto del palco”, el “tonto del extranjero”, el “tonto del pregón” o “el tonto del trípode”.
Hay capítulos para troncharse de risa como el dedicado a los palcos del que extraemos varias líneas: ¡Cuantos bocadillos de mortadela. Cuanto Sangui de pan de molde y de pan de oferta, cuantas cuentas para darse cuenta de que tomarse la coca traída de casa trae más cuenta, ¡Cuánto cuento!.
Y que me dicen de El Tonto del Pregón: “El pregonero tipo es un señor entrado en años y salido de la medicina o del torcido arte de eliminar culpas al que llaman Derecho, con mayúsculas originadas por la factura. Existe una extraña conexión entre ciertas rimas consagradas y el vello que recubre los antebrazos de algunos habitantes de la ciudad”.
En definitiva una oportunidad de mirase a uno mismo y partirse de risa. Una lección de saber ver las cosas.
Hay capítulos para troncharse de risa como el dedicado a los palcos del que extraemos varias líneas: ¡Cuantos bocadillos de mortadela. Cuanto Sangui de pan de molde y de pan de oferta, cuantas cuentas para darse cuenta de que tomarse la coca traída de casa trae más cuenta, ¡Cuánto cuento!.
Y que me dicen de El Tonto del Pregón: “El pregonero tipo es un señor entrado en años y salido de la medicina o del torcido arte de eliminar culpas al que llaman Derecho, con mayúsculas originadas por la factura. Existe una extraña conexión entre ciertas rimas consagradas y el vello que recubre los antebrazos de algunos habitantes de la ciudad”.
En definitiva una oportunidad de mirase a uno mismo y partirse de risa. Una lección de saber ver las cosas.